lunes, 31 de diciembre de 2018

Mis películas favoritas de 2018

A unas pocas horas de comenzar 2019, son muchos los rankings cinéfilos que se han publicado. Y lo cierto es que, echando la vista atrás, 2018 nos ha dejado muy buenas películas. Estas son mis favoritas (no siguen un orden, están colocadas aleatoriamente):


Yo, Tonya (Craig Gillespie)

Empecé el año con 'Yo, Tonya', uno de los biopics más originales que he visto nunca y con la bestia interpretativa que es Margot Robbie.



Lady Bird (Greta Gerwig)

Con 'Lady Bird' resulta imposible no identificarse. Por fin hay una película que explora la adolescencia y paso a la madurez desde el punto de vista femenino y feminista.



Call me by your name (Luca Guadagnino)

Una historia de amor preciosa con la campiña italiana como escenario. Su final es memorable.



Florida Project (Sean Baker)

Para mí, la película del año. Nadie como Sean Baker para retratar la desigualdad social en Estados Unidos y el mundo de injustos contrastes en el que vivimos.


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Hereditary (Ari Aster)

Lo mejor del cine de terror de 2018 junto a Un lugar tranquilo (John Karsinski). Algunas de sus desagradables imágenes son imposibles de olvidar.





Ready Player One (Steven Spielberg)

Aunque su duración supera las dos horas, resulta difícil separar los ojos de la pantalla gracias a su buen guion y a sus múltiples referencias a la cultura pop de los 80.




How to talk to girls at parties (John Cameron Mitchell)

Un romance psicodélico en plena ebullición del movimiento punk. No se me ocurre mejor combinación...




Campeones (Javier Fesser)

A veces nos preocupamos por tonterías y no por conseguir nuestros sueños. Tenemos muchísimo que aprender de los formidables y especiales protagonistas de Campeones.



Bohemian Rhapsody (Bryan Singer)

Y, por supuesto, Bohemian Rhapsody. Qué precioso homenaje a Freddie Mercury, a Queen y a la música. Show must go on!










miércoles, 17 de enero de 2018

El duelo

No nos enseñan a lidiar con el duelo. A veces, hasta es tratado como un tema tabú. Pero, por desgracia, llega un momento en la vida en el que te tienes que enfrentar a él. Tienes que sobrellevarlo, independientemente de las armas que tengas para ello. No queda más remedio.

Perder a un ser querido puede ser traumático. Puede destrozarte. Puede obsesionarte. Y, ¿sabéis qué? No hay por qué avergonzarse. Me resulta muy curioso lo mal visto que está llorar. Siempre nos escondemos, como si manifestar las emociones fuera signo de debilidad. Pero yo he aprendido que la fortaleza está precisamente en ser libre, en decidir cuándo quieres llorar, gritar o mandar a la mierda todo. Es nuestro derecho.

Cuando muere una persona que te importa, entras en shock. En mi caso, el tiempo se detuvo y empecé a verme desde fuera. Era como si esa historia no pudiera estar sucediendo, como si nada de aquello fuera conmigo. Lloras, te consuelan y vuelves a llorar, pero en el fondo es como si no estuvieras allí de verdad. Lo realmente doloroso es el después. Cuando empiezas a asimilarlo todo. Cuando te das cuenta de que esa persona ya no está, que todo ha sido verdad y no un mal sueño. Cuando te percatas de que ya no hay vuelta atrás.

Los recuerdos te persiguen y te taladran. Aunque sean bonitos. Te atormentas a ti mismo porque eres consciente de que esos momentos no se van a volver a repetir. Jamás volverás a recibir esa llamada de cumpleaños. Nunca volverás a ver esos ojos ni a escuchar esa voz. Se acabó.

Y, después, empiezan los "y si". ¿Y si le hubiera llamado más por teléfono? ¿Y si hubiera pasado más tiempo con él? ¿Y si no hubiera estado distraída con mis gilipolleces? ¿Y si le hubiera dicho más veces "te quiero"?

Y claro, tampoco puedes evitar pensar en el futuro. Cada vez que das un paso importante en la vida, te acuerdas de esa persona. Y piensas: "Mierda, no me ha visto graduarme en la Universidad". O: "Joder, si me caso, no podrá estar en mi boda. Ni conocerá a mis hijos". La historia sigue escribiéndose pero tú echas en falta a uno de sus protagonistas.

Creo que se debería hablar más sobre esto. Creo, incluso, que nos deberían preparar desde niños, tratar el tema con naturalidad. A fin de cuentas, todos vamos a pasar por ello alguna vez. O varias. La gente se muere y no podemos hacer nada por evitarlo. Pero lo que sí podemos hacer es vivir nosotros, aprender a sobrellevar la pérdida, respirar y seguir adelante.

Cada uno tendrá su manera de respirar. La mía son el cine, los libros y la música. De libros os recomiendo Martes con mi viejo profesor de Mitch Albom. De música, la desgarradora Tears in Heaven de Eric Clapton. Y aunque soy más cinéfila que seriéfila, esta vez me voy a decantar por el capítulo Be Right Back de la segunda temporada de Black Mirror. Disfrutadlo y respirad.