Últimamente, muere mucha gente. Eso parece, ¿no? Políticos, actores, cantantes, modelos... Ya sea por la heroína, por la vejez o "por causas desconocidas", los titulares de la prensa están plagados de nombres de personas conocidas que nos dejan. Twitter, Facebook y las redes sociales en general, se vuelcan con estos famosos que se marchan. Los medios elaboran reportajes especiales sobre sus vidas y galerías fotográficas "de recuerdo". Es cierto que no conocemos a estas "celebridades" personalmente, pero sentimos pena por los familiares y parece que nos cuesta creer que esos rostros conocidos de la televisión se marchen para siempre. Sin embargo, de todos estos titulares, de todas estas pérdidas, hay una que ha caído sobre mí como una losa: Gabo. Sabía que era un hombre anciano con una extensa carrera y una larga vida a sus espaldas e, incluso, sabía que su estado de salud no era el mejor. Pero, aun así, he tenido que ver un maldito titular para creérmelo, para darme cuenta de que este genio ya no está. He tenido que toparme con la maldita noticia para darme cuenta, con tristeza, de que, a partir de este momento, su nombre figurará en las efemérides como uno más. Quizá no tenga mucho sentido que enumere sus obras, sus libros, sus premios y sus logros. Todos los conocemos y los periódicos ya nos lo mostrarán mañana (los digitales, la radio y la televisión ya lo hacen). Lo que sí tiene sentido es explicaros por qué este caballero ha tenido sentido para mí. Ya no es solo que adorara su estilo y su forma de contar la realidad, haciéndola más bella con cada roce de su pluma. No, no es solo eso. Ni siquiera lo más importante es que fuera un buen escritor y un gran periodista. Simplemente, era un hombre inspirador. Su mirada, a veces escondida tras las pequeñas lentes, no necesitaba palabras. Me hizo creer en el periodismo, una profesión de la que muy pocos se han atrevido a hablar con optimismo y con pasión. Para mí, García Márquez era eso, pasión. Él decía que el periodismo era el mejor oficio del mundo, y yo le creí. Cuando leía noticias sobre la caída de ventas de los periódicos, sobre EREs en diversos medios, sobre las terribles condiciones de muchos becarios, sobre la pérdida de credibilidad de los profesionales del periodismo, sobre periodistas secuestrados y asesinados en conflictos armados... él estaba ahí. Sus palabras y su labor me demostraban que merece la pena seguir luchando por la profesión que amas. No importa que te digan que "las cosas están muy mal" si de verdad quieres dedicarte a ello. Él era vocación, ilusión e inspiración. Mi inspiración. Sé que su marcha era inevitable, pero no puedo evitar que me duela casi como si lo conociera personalmente. Solo puedo decirle "gracias". Gracias, Gabo. Gracias por tu inspiración y por hacerme creer en las causas perdidas.