lunes, 2 de octubre de 2017

Mi verdadera patria


Hay días en los que es mejor no despertar. Tras el referéndum independentista ilegal que se celebró ayer en Cataluña y la violencia acontecida en las calles, estoy cansada

Estoy cansada de luchas absurdas, de líderes que venden mentiras y se saltan la ley.
Estoy cansada de imágenes sangrientas, de policías que apalean y son apaleados, de ciudadanos que apalean y son apaleados.
Estoy cansada de políticos que roban, que no dialogan y que manejan al pueblo como un títere.
Estoy cansada de los panfletos políticos, independientemente del bando al que pertenezcan.
Estoy cansada de que haya bandos, de que se empeñen en distanciarnos y en que nos odiemos.
Estoy cansada de las mentiras y de la demagogia, del ataque continuo al que no piensa igual que tú.
Estoy cansada de manipulación, de medios comprados y de periodistas a los que obligan a mentir.
Estoy cansada de redes sociales infestadas de intolerantes, hipócritas y trolls.
Estoy cansada del "Y tú más", del querer tener razón por encima de todo, del no escuchar.
Estoy cansada del oportunismo político y de la ausencia de empatía.
Estoy cansada de provocar la vergüenza ajena y de la barbarie.
Estoy cansada de los gritos, de la desinformación, de la rabia gratuita.
Estoy cansada de una actualidad cada vez más marcada por el odio.

No sé cuál es el futuro que le espera a España. Lo que sí sé es el presente de muchos españoles. De esos españoles a los que veo madrugar para ir a trabajar y sacar adelante a sus familias. Pero también de esos españoles que madrugan para buscar un trabajo, para encontrar una oportunidad. De ese hombre sin hogar al que veo todos los días dormir frente a una sucursal bancaria. Mientras Puigdemont, Rajoy y compañía se enfrentan para ver quién se cuelga más medallas, ese hombre piensa cómo conseguir algo de comida para pasar el día. Para pasar un día más de hambre y en la calle, aferrado a su manta harapienta y ajeno a lo que sucede en los despachos de la gente importante. Esa gente que no tiene tiempo para pensar en mendigos, en madres solteras, en padres en paro, en ancianos que mantienen a sus nietos con 500 € de pensión, en becarios eternos, en comercios que cierran, en mujeres a las que les inunda el miedo cuando sus maridos entran en casa. Si esa gente importante mirara hacia abajo, aunque solo fuera por una vez, quizá se dieran cuenta del auténtico drama del país, de lo que de verdad importa.

Por eso, yo no quiero patrias. Estoy orgullosa de ser española, sí, pero no de las disputas absurdas por banderas y cantos patrióticos. También estoy orgullosa de que Cataluña forme parte de España, pero no de los que tratan de imponer la desunión. Mi verdadera patria es la gente que habla, la que se para a pensar. Mi verdadera patria no está en el Congreso ni en los mítines políticos. Mi verdadera patria está en los libros, en la reflexión, en las historias de verdad, en la España escrita por la gente real.


Viñeta: El Roto.