Perder a un ser querido puede ser traumático. Puede destrozarte. Puede obsesionarte. Y, ¿sabéis qué? No hay por qué avergonzarse. Me resulta muy curioso lo mal visto que está llorar. Siempre nos escondemos, como si manifestar las emociones fuera signo de debilidad. Pero yo he aprendido que la fortaleza está precisamente en ser libre, en decidir cuándo quieres llorar, gritar o mandar a la mierda todo. Es nuestro derecho.
Cuando muere una persona que te importa, entras en shock. En mi caso, el tiempo se detuvo y empecé a verme desde fuera. Era como si esa historia no pudiera estar sucediendo, como si nada de aquello fuera conmigo. Lloras, te consuelan y vuelves a llorar, pero en el fondo es como si no estuvieras allí de verdad. Lo realmente doloroso es el después. Cuando empiezas a asimilarlo todo. Cuando te das cuenta de que esa persona ya no está, que todo ha sido verdad y no un mal sueño. Cuando te percatas de que ya no hay vuelta atrás.
Los recuerdos te persiguen y te taladran. Aunque sean bonitos. Te atormentas a ti mismo porque eres consciente de que esos momentos no se van a volver a repetir. Jamás volverás a recibir esa llamada de cumpleaños. Nunca volverás a ver esos ojos ni a escuchar esa voz. Se acabó.
Y, después, empiezan los "y si". ¿Y si le hubiera llamado más por teléfono? ¿Y si hubiera pasado más tiempo con él? ¿Y si no hubiera estado distraída con mis gilipolleces? ¿Y si le hubiera dicho más veces "te quiero"?
Y claro, tampoco puedes evitar pensar en el futuro. Cada vez que das un paso importante en la vida, te acuerdas de esa persona. Y piensas: "Mierda, no me ha visto graduarme en la Universidad". O: "Joder, si me caso, no podrá estar en mi boda. Ni conocerá a mis hijos". La historia sigue escribiéndose pero tú echas en falta a uno de sus protagonistas.
Creo que se debería hablar más sobre esto. Creo, incluso, que nos deberían preparar desde niños, tratar el tema con naturalidad. A fin de cuentas, todos vamos a pasar por ello alguna vez. O varias. La gente se muere y no podemos hacer nada por evitarlo. Pero lo que sí podemos hacer es vivir nosotros, aprender a sobrellevar la pérdida, respirar y seguir adelante.
Cada uno tendrá su manera de respirar. La mía son el cine, los libros y la música. De libros os recomiendo Martes con mi viejo profesor de Mitch Albom. De música, la desgarradora Tears in Heaven de Eric Clapton. Y aunque soy más cinéfila que seriéfila, esta vez me voy a decantar por el capítulo Be Right Back de la segunda temporada de Black Mirror. Disfrutadlo y respirad.