Ir al gimnasio tiene muchas ventajas: te sientes realizado, estrenas mallas y te dan una tarjeta chula que guardas en la cartera para aparentar ser sano y deportista. A simple vista, parece que no hay nada que pueda fallar, pero el gimnasio es todo un ecosistema en el que no es fácil sobrevivir. Estas son algunas de las razones que pueden causar tu extinción en el universo de las pesas y las clases de aeróbic:
1. Las máquinasLa película
'Yo, Robot' retrata muy bien la lucha entre humanos contra máquinas. Pero, si hay unas máquinas temibles, esas son las del gimnasio. Ellas son las que marcan el principio del fin. Incluso en tu primer día de gym pueden dejarte por los suelos. Con sus cientos de botones, más que los de una nave espacial, harán que pierdas la cabeza y hagas el ridículo a partes iguales. Tendrá que acercarse a ti un monitor para decirte, con expresión de vergüenza ajena, que para que se encienda la pantalla de tu bicicleta elíptica no tienes que pulsar todos los botones como un poseso en busca de una clave secreta. No, amigo, la única cosa que tienes qué hacer es...
pedalear. Ah, e intentar no caerte de la cinta de correr, claro.
2. El juego del "Yo soy más fuerte"Da igual si eres chico o chica: siempre intentarás de aparentar. Quieres fortalecer bícpes, tríceps y todos esos músculos que riman entre sí, por lo que decides hacer pesas. Empiezas suave, pero ves a tu alrededor como el resto de 'deportistas' levantan el triple de peso que tú y te miran con lástima. No quieres ser menos que ellos ni tampoco quedar mal delante del monitor -o monitora- guapo de turno, así que aumentas el peso. ¡Perfecto! Has conseguido impresionarles a todos, pero también una contractura en los hombros y el premio al idiota del año.
3. El ritmo se lleva en las venas (pero tú no)Hay personas que tienen gracia, otros que lo intentan y después estás tú, que hasta
Pikachu borracho baila mejor que tú. No sabéis lo frustrante que es llegar a clase de Zumba, ataviada con tus mejores galas deportivas y tu Ventolín para no asfixiarte, comenzar a bailar, intentando seguir los pasos del profesor, y acabar dándote cuenta de que hasta las ancianas de la última fila parecen salidas de un videoclip latino si se comparan contigo. En serio, no es fácil.
4. Antes muerta que sencillaEn el gimnasio aprenderás a odiar a algunos tipos de personas. Primero está el grupo de los repelentes, esos pesados que conciben el gym como un espacio para hacerse pasar por relaciones públicas, un lugar donde hablar y preguntas cosas absurdas a todos, además de pelotear a los monitores y tratar acaparar el protagonismo de sus clases. Odioso, ¿verdad? Pero aún más odiosas son esas personas que parecen salidas de un catálogo de Abercrombie. Sí, me refiero a esos chicos a los que sudar les sienta de maravilla y a esas chicas a las que no se les mueve un solo pelo de su coleta cuidadosamente peinada. En cambio, cuando
tú acabas tu clase de spinning, te sientes como si acabaras de librar una batalla de la Segunda Guerra Mundial, con las rodillas doloridas y el pelo en tu cara que, por cierto, está sudorosa y más roja que la manzana de la
portada de 'Crepúsculo'.
5. La piscina, ese mundo por descubrirPero no todo van a ser clases de aeróbic, bancos de pesas y profesores de pilates que te obligan a estirarte hasta que tu columna vertebral se parta en dos. La piscina y el spa forman también parte de este peligroso ecosistema y tú piensas que
por fin podrás relajarte haciéndote unos largos a mariposa -más bien a estilo perrito- y relajándote bajo los chorros del balneario. Sin embargo, tu visita al mundo marino del gimnasio puede ser también terrorífica. Ya no es solo que habrá nadadores que te hagan sentir como una tortuga marina al pasar a tu lado invadiendo tu calle de la piscina ni que te sientas marginado en una sauna en la que todos entran acompañados para charlas al calor del vapor, sino que tienes que ponerte
el gorro. Y a NADIE, ni siquiera a Beckham, le sienta bien un
gorro de piscina. Y si además tiene
la melena de Mufasa, como yo, prepárate para parecer un completo alien con tubérculos en tu cabeza al ponerte ese gorro de goma que con tanto cariño has comprado.
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¿De verdad os imaginabais así?
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Ahora ya sabes que no es fácil sobrevivir al gimnasio. Muchos han perecido en el intento y otros se conforman con hacerse fotos de postureo-runner. No obstante,
si quieres, puedes. De verdad. Simplemente tienes que tener fuerza de voluntad, perder la vergüenza y sonreír a pesar de que sientas (otro) calambre en la pierna o de que hasta un palo hace mejor aeróbic que tú. ¡Ánimo!