lunes, 5 de marzo de 2012

Aunque resulte difícil de creer, hay razones para creer.


Día 5 de marzo de 2012. A primera vista, un día corriente y rutinario en la vida de una estudiante como yo. Y del dueño del bar de la esquina. Y del taxista que siempre te saluda. Y del niño que está deseando llegar al colegio a jugar. Un día cualquiera.
Entre legañas y bostezos, he llegado al metro como todas las mañanas para dirigirme a la Universidad, cuando al abrir el periódico "Qué" que me dan en la boca del metro, algo me ha despertado, dejándome lejos de las musarañas. El periódico incluía un suplemento titulado "Razones para creer".En Tuenti, Twitter y otras redes sociales ya había leído algo sobre el hashtag #razonesparacreer  promovido por CocaCola, aunque nunca supe muy bien de que trataba el asunto.
Al comenzar la lectura, no he podido quedar más asombrada y encantada. El anciano sentado frente a mí en el metro ha tenido que pensar que estaba loca: tan sólo las 8 de la mañana y yo sonriendo como una tonta.
En él se contaban miles de historias sobre personas que dedican su vida a ayudar a los demás de forma desinteresada. Parece algo propio de cuentos y utopías, y más aún en el descontrolado y caprichoso mundo en el que vivimos. Sin embargo, todo es absolutamente cierto.

 Desde un dentista que todos los años cierra su clínica dos semanas para viajar a África y ofrecer allí sus servicios gratuitamente (en países del tercer mundo, las personas mueren por tener desastrosos problemas bucales que en nuestro país solucionamos de forma rutinaria), hasta una peluquera que peina, maquilla y aconseja a parados que se disponen a acudir a una entrevista de trabajo (gratis, sí).
Un grupo de médicos abre un bar ("Turkana") cuyos beneficios van destinados a actividades como crear un club de fútbol para niños sin recursos. Una madre coraje consigue recaudar el dinero necesario para operar a su hijo. Una universitaria prepara todas las semanas actividades para ancianos y personas con problemas psíquicos. Y así, cientos de historias más, cientos de razones para creer.

Ante esta iniciativa (que a mí me parece estupenda), no han tardado en llover las críticas (sin ni siquiera tomarse la molestia de informarse). "No os creáis nada, #razonesparacreer es simplemente una estrategia de marketing de CocaCola para incrementar sus ventas". No cabe duda que es una estrategia de marketing: toda empresa tiene que luchar e innovar para incrementar sus beneficios. Pero, ¿acaso eso es malo? Mientras algunas empresas acrecentan sus beneficios explotando a sus trabajadores (no me meto en la política de CocaCola respecto a eso, la desconozco y no me pagan por ser su defensora), en este caso se ha realizado mediante la difusión de mensajes de esperanza, mostrando a la sociedad encantadoras historias reales. En una etapa en la que vivimos, en la que la crisis asfixia a millones de personas y les hace caer en la desesperanza, nos parece imposible pensar que no todo está perdido, lo que hace que nos hundamos todavía más en la tristeza, la desesperación y el pesimismo. Y ya hablando en términos periodísticos, creo que tenemos el deber de difundir estos casos de gente que ofrece su tiempo y dedicación a otros, que lucha por constituir un mundo mejor. No todo es de color negro, la realidad no es tan maligna, y nuestro deber es mostrar la realidad tal como es, también sus partes buenas.





Y sé que mucha gente me dirá: "Es fácil hablar de esa manera tan optimista, pero pregúntale a los mendigos de la calle, a las mujeres maltratadas, a los niños tercermundistas..."Por suerte, he nacido en el seno de una familia que me quiere, en una vivienda con agua potable y caliente, y dispongo de algo que cenar todos los días. Por eso, me resulta más sencillo intentar ver las cosas buenas de la vida que a personas que viven en condiciones paupérrimas. Pero, ¿sabéis qué? No me lo tomaré como una crítica. Precisamente por eso, porque de momento tengo fuerza y entusiasmo por vivir, me dedicaré con más ganas a difundir mensajes de optimismo y a intentar ayudar en la medida que pueda al mundo. Y los pesimistas que tratan de buscarle los tres pies al gato, el ingrediente malévolo a toda iniciativa, que nos califican a los optimistas de utópicos: no solucionáis nada. Permanecéis estáticos. ¿De qué os sirve? Criticar, criticar y criticar al mundo. Vivir huraños y malhumorados. Despertad ya de ese letargo, intentad ayudar en lo que podáis, desde gestos tan pequeños como jugar con vuestros hermanos, dedicarle una sonrisa a vuestra madre, decirle a una compañera que se ha levantado muy guapa o saludar alegremente a ese vecino serio. Son pequeños gestos que pueden hacer mucho. Si la vida se empeña en fastidiaros, llevadle la contraria. Os asombraréis de la respuesta.




La duración de la vida no la elegís, pero sí podéis decidir cómo vivirla.
¿Por qué no hacerlo bien?
¿Por qué no creer?

Piénsalo. No recuerdes sólo el paro, la pobreza, la violencia o el racismo. Piensa en el amor, en la tolerancia, en la amistad. Piensa en las parejas que acaban de comenzar, y no en las que rompen. Piensa en las lágrimas de alegría al recibir a un ser querido, y no en las que se derraman cuando alguien nos deja. Piensa en los perros que guían a sus ciegos amos, y no en los maltratados. Piensa en los niños que hacern felices a otros compartiendo sus juguetes, y no en el bullyng.
Y con esto, no digo que cerréis los ojos porque sea más cómodo no ver los problemas. No hay que dejarlos de lado, hay que solucionarlos luchando precisamente para que todo el mundo tenga la posibilidad de sonreír, como mínimo, 10 veces al día.



Firmado: Lidia.

2 comentarios:

  1. ;) Y que razón. Una buena entrada siempre tedrá su correspondiente buena crítica. Admiro el contenido al igual que me gusta tu optimismo. Sigue así.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, me agrada que te haya gustado la entrada y que quieras compartir tu opinión conmigo :)

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